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Un domingo cualquiera

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  Hace mucho que me cuesta escribir y no entiendo exactamente bien el porqué, no sé qué hacer con esto que  intenta salir de mí; quizá, solamente deba permitirme explotar como un gran estallido y sacar todo esto que me estorba y me forma un enorme tapón en el pecho, estas ganas incompletas, inconclusas de ser querida, son incompletas porque probablemente aún hay algo de miedo ahí, no ese miedo de quien tuvo algo y en algún momento lo perdió, de talvez un momento dejar de ser querida, es más bien ese pavor de descubrir que en realidad nunca lo fui y que desde mi padre y mi madre hacia atrás o hacia adelante no hubo una gota de amor que sostuviera mi existencia, aunque la evidencia diga que puede no ser cierta esa afirmación.  Me siento muchas veces minúscula, pequeña e insuficiente frente a la posibilidad de un pequeño amor... Es posible también el amor que deseo; ese amor que no entiende exactamente sobre feminismo, ese amor que dentro de mí quiere adoración, quiere ser vista como la m

15 de marzo

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Creo que muy pocas veces pensamos en la probabilidad de comer o probar algo que un día de golpe no volveremos a probar nunca más.   Aquella tarde volví a nuestra casa y ya no estabas más, aunque pasé años vagando para intentar esquivar la dolorosa bala de la verdad, se cortó el camino y no supe más que hacer, dejé de sentirme persona adulta y me volví chiquita otra vez, extrañando mi comida favorita, el sabor de las cosas más sencillas que hacías y que eran completamente magnificas solo porque las hacías tú. Volver tiene esta cosa un poco mágica donde todo permanece, pero nada es como era antes de la situación, evento, momento, que cambió todo.  Cuando volví nadie me escuchaba, tampoco tenía tu voz ansiosa, cansada de la rutina y de las tareas, y de lo insoportable que te podría llegar a parecer la vida, la que se había tornado cada vez más dolorosa e insoportable para ti, siendo sinceras, siempre lo fue para mí, ambas agotadas de esperar el fin, como dice la canción.  Alguna vez leí

Hasta que la rabia no sea necesaria

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Scream Painting by Krista Davenport - Pixels Ya viene el día de las locas, dicen; a las que se les regala una rosa a ver si se calman, pero que va, si no se contentan con nada, solo saben destruir, son las que rompen, las que dañan, las que ensucian nuestras calles y acaban con el buen estado de nuestros patrimonios, hasta cuándo, dicen, hasta cuándo lo mismo… Hasta que importe más la vida de las niñas y las mujeres, esas que desaparecen más rápido de lo que se limpia la pintura y se recogen los escombros, esas a las que el estado no busca a menos que se les obligue; hasta que la justicia no sea un privilegio que se escapa de quienes le necesitan, mientras que abriga a quienes pueden comprarla, prostituirla o silenciarla. Hasta que el dolor y el miedo deje de rebanarnos el cerebro todos los días, porque es abrumador no estar seguras nunca, ni con quien es familia, amigo, colega o colaborador, porque sin importar lo que suceda dirán que no elegimos bien al amor o que algo hicimos para

CORPORALIDADES

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Cuando tuve un terrible accidente y estuve hospitalizada por un buen tiempo, lo primero que se le ocurrió al personal médico (2 días después) fue enviarme una nutricionista; es decir, estaba en cuidados intensivos, no podía si quiera comer por mi propia cuenta y había perdido a las personas que más había amado, y se les ocurrió que en lugar de un soporte emocional necesitaba una nutricionista.  Su primer “consejo” fue decirme que estaba muy gorda y que era importante aprender a comer, esta mujer que no me conocía de nada y sin hacer ninguna pregunta me hizo un diagnóstico solo por mi apariencia, la apariencia de una mujer gorda, pensé que dada toda la situación, estaba bastante sensible y solo le pedí que se fuera, mirando un poco en retrospectiva pienso en cada vez que alguien, sin ninguna experiencia inclusive, me dio consejos para tener un cuerpo más estético, porque seamos sinceras, no se trataba de salud.  Yo no fui una niña delgada o flaquísima, mucho menos una adolescente delgad

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Desde hace muchos días que me carga esta gran necesidad de abrazar a la mami Fina, de ver jugar a Nina y cantar con ella, de ver a mi mamá y contarle las cosas del día, de escuchar sus historias locas, así como las historias que nos contaba la mi mami Fina, entre arrullos y cuentos, aunque siempre terminara contándonos la historia de su vida; me hace pensar sobre mí, pues si yo tuviera que contar o describir los hechos que envuelven a mi nacimiento, no tendría una historia de amor, ni siquiera la historia del susto jocoso de un accidente de calentura, quizá, preferiría decir nada.   Aunque ha sido la historia que palabreé por tantos años para intentar comprender el odio y el dolor profundo que llegué a sentir por la persona que soy, o que fui; no sabría decir nada de esta historia que me arropó bajo una profunda tristeza por muchos años; tanto, que me llevó un buen tiempo descubrir que no estaba en un momento difícil, que no atravesaba la crisis de la adolescencia, ni de los 20s, ni de